La noche se cernió sobre su cuerpo desnudo,
y el brillo de la luna acariciaba su nuca,
sus brazos, su espalda.
Una brisa calida se confeso complice de la lengua,
que se deslizaba sobre sus labios,
y en un eterno suspiro,
sus miradas se mancillaron
del mas antiguo y puro vicio.
Gemidos entrecortados, como
Opera de esta noche, sensual y magica.
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